Cultura y Ciudadanía

La cultura proporciona el espacio experiencial de pensamiento y de prácticas que configura nuestro presente, siempre con vistas y en referencia a lo que constituye nuestro pasado y en continuo proceso de construcción del mañana como horizonte y proyecto. En este sentido, y como es ya sabido, la cultura opera en la doble dimensión de la individualidad y la colectividad. Es en nuestra condición de seres libres y responsables que nos incorporamos al mundo en cuanto aquella totalidad de sentido(s) que habitamos y que al mismo tiempo construimos y/o reproducimos.

 

En este sentido, resulta factible plantear la dinámica entre la cultura y la ciudadanía como un proceso dialéctico entre dos momentos que toda existencia humana atraviesa desde sus orígenes hasta el final. Lo sustancialmente novedoso de esta dialéctica reside en su carácter aporetico en tanto la posibilidad de toda síntesis se ve negada y clausurada por la eterna condición de apertura y libertad propia del hombre.

 

Todo ciudadano enmarca su praxis política en un marco cultural heredado que le sirve de referencia, ya sea para afrentarlo, profundizarlo o acatarlo pasivamente. Del mismo modo, la cultura no constituye un espacio de producción desligado y ajeno a la política, por cuanto se integra y forma parte, de manera directa, de las estructuras ideológicas de construcción de sentidos y de realidades. En este sentido toda práctica cultural puede y debe (aunque no de manera específica y excluyente) ser interpretada y concebida a la luz de aquello que manifiesta y al mismo tiempo vela.